Golda fue la séptima de los ocho hijos de los Mabovitch, una familia judía tradicionalista aunque no religiosay de condición muy humilde, radicada en Kiev, actual capital de Ucrania y por aquel entonces parte del Imperio ruso.
Su niñez supo de penurias y sufrimiento: cinco de sus hermanos mayores
murieron de pequeños a causa de la pobreza y las enfermedades. Su familia vivió en carne propia los pogromos antisemitas que asolaron a los judíos europeos a principios del siglo XX.En tanto su padre Moshé, un modesto carpintero, en 1903 decidió emigrar a los Estados Unidos
en busca de sustento, dejando atrás a la pequeña Golda de 5 años junto a
su madre autoritaria, y a sus hermanas: la pequeña Zipke, y su hermana
mayor, Sheyna.Golda admiraba a esta última, que se había afiliado a círculos sionistas socialistas clandestinos, castigados duramente por las autoridades del Zar. Fue en ese mismo año que pogromos
especialmente violentos provocaron las protestas de la comunidad judía
en Rusia. La pequeña Golda, que contaba con sólo cinco años, quiso
participar en las protestas, pero la familia no lo permitió.
Con el padre lejos y sumidas en la miseria, las cuatro mujeres se marcharon a Pinsk —hoy Bielorrusia— a la casa de su familia materna en busca de mejor suerte.
El hambre era a veces tal, que las pocas migajas alcanzaban a alimentar
sólo a Tsipke. Golda Meir diría años más tarde: «Siempre sentía
demasiado frío por fuera, y demasiado vacío por dentro». Cuando a todo
ello se sumó el peligro de que las actividades prohibidas de Sheine
amenazaran a la integridad de la familia, decidió la madre, en 1906, reunirse con el padre, y la familia emigró a Milwaukee, Wisconsin.
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